*Desde un inicio aclaro que este tema no fue hecho para hablar de las películas por sus efectos especiales, ni, peor aún, simplemente para postear "muy buena peli". Es un tema que intenta abarcar más a la filosfía dentro de este foro para que así todos crezcamos intelectual e interiormente*
Bueno, muy conocida es la comparación q se ha establecido entre las películas de la Trilogía Matrix y la Filosofía de Platón, en especial con su "Alegoría de la Caverna".
Dispongo de un muy buen material que avanza desde Platón y sus discípulos (incluso antes, desde Sócrates), hasta los Hermanos Wachowski, directores y escritores de la Trilogía.
Espero sepan entender que hoy tuve un día muy largo, desde las 6 de la mañana del viernes, por lo que comenzaré a escribir y reflexionar mañana temprana y bien descansado.
Espero que el tema sea de su agrado.
De Platón a Matrix
- bacazken
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De Platón a Matrix
bacazken
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Re: De Platón a Matrix
I. Ideas, creencias y conjeturas
La pregunta por el saber, por la búsqueda de conocimientos, le reflexión sobre el modo en que comprendemos las cosas, el mundo, acompañó, desde sus orígenes, a la filosofía. Y de hecho, en la actualidad, los filósofos y pensadores contemporáneos continúan preguntándose por estos temas centrlaes que preocupan al hombre.
¿Cómo accedemos al saber? ¿Cómo logramos conocer los objetos, las personas, el mundo que nos rodea? Éstas son algunas preguntas que los filósofos de la Antigua Grecia se formularon; y, entre ellos, Platón. Las respuestas que dieron, las teorías que elaboraron, dan cuenta de un recorrido en la historia del pensamiento. Filósofos y pensadores que aprendían de los maestros anteriores, que revisaban sus ideas, las sostenían o las reformulaban, las criticaban e inauguraban nuevas ideas y teorías. Muchos de los textos que escribieron ya en aquella época nos permiten ingresar en esa historia del pensamiento, en la historia de las ideas. Y aún cuando se trata de textos que fueron, luego, criticados, discutidos e incluso superados, no por eso perdieron su validez o su vigencia para seguir reflexionando a partir de ellos.
El artículo que publicaré a continuación sitúa la problemática del conocimiento, tal como la concibió Platón, en relación con esa historia del pensamiento. Su lectura nos permitirá ubicarnos en esa historia, contextualizar sus ideas y teorías en lo que, en la Antigua Grecia, se bautizó como "filosofía", que etimológicamente significa "amor a la sabiduría".
"El mundo de las ideas. Platón" por Adolfo Carpio.
Planteo del Problema.
Como su maestro Sócrates, Platón está persuadico de que el verdadero saber no puede referise a lo que cambia, sino a algo permanente; no a lo múltiple, sino a lo uno. Ese algo invariable y uno lo había encontrado Sócrates en los conceptos, lo universal y lo uno frente a la singularidad y multiplicidad de los casos particulares. Pero -y aquí comienza la crítica de Platón- Sócrates, por una parte, no se preocupó por aclarar convenientemente la naturaleza del concepto, su status ontológico; y, por otra parte, limitó su exámen al campo de los conceptos morales -piedad, justicia, virtud, valentía, etc.- de modo que no llegó a encarar el problema en toda su universalidad. Platón se propondrá completar estas dos lagunas: precisar, de un lado, la índole o modo de ser de los conceptos -que llamrá "ideas"-, e investigar, de otro lado, todo su dominio: no sólo los conceptos éticos, sino también los matemáticos, los metafísicos, etc.
Hay un saber que lleva impropiamente este nombre, y es el que se alcanza por medio de los sentidos, el llamado conocimiento sensible: en realidad, no deberíamos llamarlo "conocimiento", sino meramente opinión (doxa), porque es siempre vacilante, confuso, contradictorio: el remo fuera del agua nos parece recto, hundido en ella se nos aparece como quebrado. Este tipo de “conocimiento” es vacilante y contradictorio porque su objeto mismo es vacilante y contradictorio, se encuentra en continuo devenir (…). Si nuestro saber se edificase sobre las cosas sensibles, la consecuencia entonces sería el relativismo, consecuencia que justamente sacó Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Ahora bien, el verdadero conocimiento deberá ser de especie totalmente diferente del que proporcionan los sentidos: no vacilante y contradictorio como el que la percepción suministra, sino constante, riguroso y permanentemente, como cuando, por ejemplo, se afirma que “2 más 2 es igual a 4”: porque esto no es verdad meramente ahora o en una cierta relación, sino siempre y absolutamente. La ciencia pues, el verdadero conocimiento, habrá de referirse a lo que realmente es. (…) Frente al cambio y a lo relativo, tras de lo cambiante y aparente, Platón busca lo inmutable y absoluto, lo verdaderamente real, única manera, a su juicio, de hacer posible la ciencia y la moral.
Los dos mundos.
Como lo permanente e inmutable no se encuentra en el mundo de lo sensible, Platón postula otro mundo, el de las “ideas” o mundo inteligible, o lugar “supraceleste”, del que el mundo sensible no es más que copia o imitación.
La palabra “idea” (en griego, eidos), proviene de un verbo –eido- que significa “ver”; literalmente, “idea” sería lo “visto”, el “aspecto” que algo ofrece a la vista, la “figura” de algo, su “semblante”, por ejemplo, el aspecto o figura que presenta esto que está aquí, una silla. En Platón, la palabra alude no al aspecto sensible, sino al “aspecto” intelectual o conceptual con que algo se presenta; por ejemplo, en nuestro caso, el aspecto, no de ser cómoda o incómoda, roja o verde, sino el aspecto de ser “silla” –lo cual, es preciso observarlo bien, no es nada que se vea con los ojos del cuerpo, ni con ningún otro sentido (…) sino solamente con la inteligencia: por eso se dice que se trata del aspecto “inteligente”, de la “esencia”. (Conviene por tanto, al estudiar a Platón, prescindir de todo lo que sugiere corrientemente la palabra “idea” en el lenguaje actual, que nos hace pensar en algo psíquico, mientras que para Platón las ideas son algo real, cosas, más todavía, las cosas verdaderas, metafísicamente reales, más reales que montañas, casas o planetas). (…)
Por ende, cosas sensible e ideas representan dos órdenes de cosas totalmente diferentes[i] por su modo de ser. La belleza es siempre belleza, en cambio, las cosas o personas bellas, por más hermosas que sean, llega un momento en que dejan de serlo, o simplemente desaparecen. Por ello es también diferente nuestro modo de conocerlas: las cosas iguales se las conoce mediante los sentidos (y por eso a este género de cosas se las llama cosas [i]sensibles), en tanto que la igualdad no se la ve, ni se la toca, ni la capta ninguno de los otros sentidos, sino que se la conoce mediante la razón, mediante la inteligencia (por eso de la igualdad, de la belleza, la justicia, etc., se dice que son entes inteligibles).(…)
Según Platón, entonces, resulta haber dos mundos: el mundo sensible, de un lado, el mundo de las ideas o el mundo inteligible, del otro; y consiguientemente hay dos modos principales de conocimiento, la doxa u opinión y la espisteme, el conocimiento propiamente dicho o “ciencia”.
En: Carpio, A., Principios de filosofía, Buenos Aires, Glauco, 1984 (1ra. ed. 9na. reimpr.; págs. 83-88).
El artículo anterior nos adentró en el mundo de Platón, en su teoría sobre las ideas. A partir de él, tenemos más claros algunos conceptos centrales de su pensamiento: la distinción entre el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible y la oposición correspondiente entre la opinión y la inteligencia o razón.
En el texto siguiente, se retomarán varios de esos conceptos. Se trata de “La alegoría de la caverna”, escrito por Platón, forma parte de uno de sus más famosos libros: La República, en el que se expone cuál sería la mejor forma de organización del Estado e incluye, así, sus ideas sobre la importancia de la educación en la formación de cada uno de los ciudadanos que conforman una república.
La mayoría de los textos de Platón están escritos en forma de diálogo entre dos personajes. Uno de los personajes que aparece siempre en esos diálogos es Sócrates, en cuyas intervenciones, preguntas y exposiciones Platón va desarrollando sus ideas. “La alegoría de la caverna” es así un diálogo que tiene lugar entre Sócrates y Galucón, hermano de Platón.
“La alegoría de la caverna” de Platón.
En este texto, Platón nos presenta su teoría sobre el conocimiento a través de una alegoría, esto es, de un resultado construido a partir de una serie de elementos simbólicos, que son posibles de interpretar, de darles un sentido. En este caso, la alegoría le permite a su autor establecer una analogía, es decir, una comparación entre dos temas muy diferentes y alejados entre sí: el problema del conocimiento y la vida de unos habitantes en el interior de una caverna.
Al comparar estos temas, Platón encuentra semejanzas entre el modo en que se mueven, ven, piensan los habitantes de la caverna y el modo en que las personas podemos acceder al conocimiento. De esa manera, Platón se vale de esa analogía para explicarnos su teoría del conocimiento.
"I. -Y a continuación -seguí- compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
-Ya lo veo -dijo.
-Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños pioneros!
-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
-¡Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
-¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos? Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
-Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
-Es enteramente forzoso -dijo.
-Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia y si, conforme a naturaleza , les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
-Mucho más -dijo.
II. -Y, si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestran?
-Así es -dijo.
-Y, si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado y, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
-No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
-Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras, luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
-¿Cómo no?
-Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
-Necesariamente -dijo.
-Y, después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible y es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
-Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
-¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos? Efectivamente.
-Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente «ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal » o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
-Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
-Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas como a quien deja súbitamente la luz del sol?
-Ciertamente -dijo.
-Y, si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir ?
-Claro que sí-dijo.
III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh, amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas, que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
-También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo."
*Espero que lo puedan leer ya que le he dedicado mucho tiempo. Espero también poder seguir publicando este material, si tengo tiempo.*
La pregunta por el saber, por la búsqueda de conocimientos, le reflexión sobre el modo en que comprendemos las cosas, el mundo, acompañó, desde sus orígenes, a la filosofía. Y de hecho, en la actualidad, los filósofos y pensadores contemporáneos continúan preguntándose por estos temas centrlaes que preocupan al hombre.
¿Cómo accedemos al saber? ¿Cómo logramos conocer los objetos, las personas, el mundo que nos rodea? Éstas son algunas preguntas que los filósofos de la Antigua Grecia se formularon; y, entre ellos, Platón. Las respuestas que dieron, las teorías que elaboraron, dan cuenta de un recorrido en la historia del pensamiento. Filósofos y pensadores que aprendían de los maestros anteriores, que revisaban sus ideas, las sostenían o las reformulaban, las criticaban e inauguraban nuevas ideas y teorías. Muchos de los textos que escribieron ya en aquella época nos permiten ingresar en esa historia del pensamiento, en la historia de las ideas. Y aún cuando se trata de textos que fueron, luego, criticados, discutidos e incluso superados, no por eso perdieron su validez o su vigencia para seguir reflexionando a partir de ellos.
El artículo que publicaré a continuación sitúa la problemática del conocimiento, tal como la concibió Platón, en relación con esa historia del pensamiento. Su lectura nos permitirá ubicarnos en esa historia, contextualizar sus ideas y teorías en lo que, en la Antigua Grecia, se bautizó como "filosofía", que etimológicamente significa "amor a la sabiduría".
"El mundo de las ideas. Platón" por Adolfo Carpio.
Planteo del Problema.
Como su maestro Sócrates, Platón está persuadico de que el verdadero saber no puede referise a lo que cambia, sino a algo permanente; no a lo múltiple, sino a lo uno. Ese algo invariable y uno lo había encontrado Sócrates en los conceptos, lo universal y lo uno frente a la singularidad y multiplicidad de los casos particulares. Pero -y aquí comienza la crítica de Platón- Sócrates, por una parte, no se preocupó por aclarar convenientemente la naturaleza del concepto, su status ontológico; y, por otra parte, limitó su exámen al campo de los conceptos morales -piedad, justicia, virtud, valentía, etc.- de modo que no llegó a encarar el problema en toda su universalidad. Platón se propondrá completar estas dos lagunas: precisar, de un lado, la índole o modo de ser de los conceptos -que llamrá "ideas"-, e investigar, de otro lado, todo su dominio: no sólo los conceptos éticos, sino también los matemáticos, los metafísicos, etc.
Hay un saber que lleva impropiamente este nombre, y es el que se alcanza por medio de los sentidos, el llamado conocimiento sensible: en realidad, no deberíamos llamarlo "conocimiento", sino meramente opinión (doxa), porque es siempre vacilante, confuso, contradictorio: el remo fuera del agua nos parece recto, hundido en ella se nos aparece como quebrado. Este tipo de “conocimiento” es vacilante y contradictorio porque su objeto mismo es vacilante y contradictorio, se encuentra en continuo devenir (…). Si nuestro saber se edificase sobre las cosas sensibles, la consecuencia entonces sería el relativismo, consecuencia que justamente sacó Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Ahora bien, el verdadero conocimiento deberá ser de especie totalmente diferente del que proporcionan los sentidos: no vacilante y contradictorio como el que la percepción suministra, sino constante, riguroso y permanentemente, como cuando, por ejemplo, se afirma que “2 más 2 es igual a 4”: porque esto no es verdad meramente ahora o en una cierta relación, sino siempre y absolutamente. La ciencia pues, el verdadero conocimiento, habrá de referirse a lo que realmente es. (…) Frente al cambio y a lo relativo, tras de lo cambiante y aparente, Platón busca lo inmutable y absoluto, lo verdaderamente real, única manera, a su juicio, de hacer posible la ciencia y la moral.
Los dos mundos.
Como lo permanente e inmutable no se encuentra en el mundo de lo sensible, Platón postula otro mundo, el de las “ideas” o mundo inteligible, o lugar “supraceleste”, del que el mundo sensible no es más que copia o imitación.
La palabra “idea” (en griego, eidos), proviene de un verbo –eido- que significa “ver”; literalmente, “idea” sería lo “visto”, el “aspecto” que algo ofrece a la vista, la “figura” de algo, su “semblante”, por ejemplo, el aspecto o figura que presenta esto que está aquí, una silla. En Platón, la palabra alude no al aspecto sensible, sino al “aspecto” intelectual o conceptual con que algo se presenta; por ejemplo, en nuestro caso, el aspecto, no de ser cómoda o incómoda, roja o verde, sino el aspecto de ser “silla” –lo cual, es preciso observarlo bien, no es nada que se vea con los ojos del cuerpo, ni con ningún otro sentido (…) sino solamente con la inteligencia: por eso se dice que se trata del aspecto “inteligente”, de la “esencia”. (Conviene por tanto, al estudiar a Platón, prescindir de todo lo que sugiere corrientemente la palabra “idea” en el lenguaje actual, que nos hace pensar en algo psíquico, mientras que para Platón las ideas son algo real, cosas, más todavía, las cosas verdaderas, metafísicamente reales, más reales que montañas, casas o planetas). (…)
Por ende, cosas sensible e ideas representan dos órdenes de cosas totalmente diferentes[i] por su modo de ser. La belleza es siempre belleza, en cambio, las cosas o personas bellas, por más hermosas que sean, llega un momento en que dejan de serlo, o simplemente desaparecen. Por ello es también diferente nuestro modo de conocerlas: las cosas iguales se las conoce mediante los sentidos (y por eso a este género de cosas se las llama cosas [i]sensibles), en tanto que la igualdad no se la ve, ni se la toca, ni la capta ninguno de los otros sentidos, sino que se la conoce mediante la razón, mediante la inteligencia (por eso de la igualdad, de la belleza, la justicia, etc., se dice que son entes inteligibles).(…)
Según Platón, entonces, resulta haber dos mundos: el mundo sensible, de un lado, el mundo de las ideas o el mundo inteligible, del otro; y consiguientemente hay dos modos principales de conocimiento, la doxa u opinión y la espisteme, el conocimiento propiamente dicho o “ciencia”.
En: Carpio, A., Principios de filosofía, Buenos Aires, Glauco, 1984 (1ra. ed. 9na. reimpr.; págs. 83-88).
El artículo anterior nos adentró en el mundo de Platón, en su teoría sobre las ideas. A partir de él, tenemos más claros algunos conceptos centrales de su pensamiento: la distinción entre el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible y la oposición correspondiente entre la opinión y la inteligencia o razón.
En el texto siguiente, se retomarán varios de esos conceptos. Se trata de “La alegoría de la caverna”, escrito por Platón, forma parte de uno de sus más famosos libros: La República, en el que se expone cuál sería la mejor forma de organización del Estado e incluye, así, sus ideas sobre la importancia de la educación en la formación de cada uno de los ciudadanos que conforman una república.
La mayoría de los textos de Platón están escritos en forma de diálogo entre dos personajes. Uno de los personajes que aparece siempre en esos diálogos es Sócrates, en cuyas intervenciones, preguntas y exposiciones Platón va desarrollando sus ideas. “La alegoría de la caverna” es así un diálogo que tiene lugar entre Sócrates y Galucón, hermano de Platón.
“La alegoría de la caverna” de Platón.
En este texto, Platón nos presenta su teoría sobre el conocimiento a través de una alegoría, esto es, de un resultado construido a partir de una serie de elementos simbólicos, que son posibles de interpretar, de darles un sentido. En este caso, la alegoría le permite a su autor establecer una analogía, es decir, una comparación entre dos temas muy diferentes y alejados entre sí: el problema del conocimiento y la vida de unos habitantes en el interior de una caverna.
Al comparar estos temas, Platón encuentra semejanzas entre el modo en que se mueven, ven, piensan los habitantes de la caverna y el modo en que las personas podemos acceder al conocimiento. De esa manera, Platón se vale de esa analogía para explicarnos su teoría del conocimiento.
"I. -Y a continuación -seguí- compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
-Ya lo veo -dijo.
-Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
-Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños pioneros!
-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
-¡Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
-¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos? Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
-Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
-Es enteramente forzoso -dijo.
-Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia y si, conforme a naturaleza , les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
-Mucho más -dijo.
II. -Y, si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestran?
-Así es -dijo.
-Y, si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado y, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
-No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
-Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras, luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
-¿Cómo no?
-Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
-Necesariamente -dijo.
-Y, después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible y es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
-Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
-¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos? Efectivamente.
-Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente «ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal » o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
-Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
-Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas como a quien deja súbitamente la luz del sol?
-Ciertamente -dijo.
-Y, si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir ?
-Claro que sí-dijo.
III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh, amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas, que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
-También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo."
*Espero que lo puedan leer ya que le he dedicado mucho tiempo. Espero también poder seguir publicando este material, si tengo tiempo.*
bacazken
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