CAPÍTULO 1: ¿CONOCES ESAS PLUMAS?
Lina despertó aquella mañana al oír el cantar de las aves, que volaban felices al otro lado de la ventana. Rápidamente se levantó y descorrió las cortinas para poderlas contemplar. Pero su sonrisa alegre pronto se desvaneció, dando lugar a una expresión de puro asombro e incredulidad.
Estaba acostumbrada a observar el espectáculo de acrobacias aéreas de aquellos pájaros todas las mañanas. Había aprendido a identificar a cada uno de los que formaban la pequeña bandada, conocía de sobras el brillo de sus plumas al reflejar el sol cuando aleteaban para alzarse sobre los árboles y luego descender de nuevo en picado y, justo antes de estrellarse contra el suelo, levantar delicada y majestuosamente el vuelo.
Sin embargo, aquellas que tenía delante no se parecían en nada a las que recordaba. Eran más grandes y regordetas; su cuerpo era mayormente gris, pero gran parte de las alas y otras zonas eran negras, como el pico. Sobre éste parecían tener algo semejante a un corazón rosa, de cuyo color eran también las patas. En el pecho tenía dibujado otro, pero más grande y de un gris claro. Los ojos eran amarillos miel, con la pupila ovalada y azabache.
Uno se acercó volando y se posó sobre el alféizar, mirando a Lina con curiosidad, pero listo para irse inmediatamente si ella hacía movimientos bruscos. Aún anonadada, la niña rubia, que apenas si contaba los diez años, se preguntó un tanto extrañada de qué le sonaban esos pájaros que, contradictoriamente, no había visto nunca. Al otro lado del cristal, aquel animalito, similar en muchos aspectos a una paloma, ladeó un momento la cabeza, como si él se hallara también pensativo, y acto seguido propinó a la ventana unos suaves golpecitos con el pico, buscando quizá llamar la atención de su espectadora, que por otra parte lo había convertido ya en su centro de atención.
Los ojos castaños de la jovencita se iluminaron de pronto y se abrieron aún más, y su rostro mostró júbilo y emoción mientras juntaba sus blancas manitas, sin poder creer que realmente había dado con la respuesta. Y es que aquel adorable pajarito no era un ave corriente, sino un ejemplar de Pidove.

Capítulo 2: Este mundo es diferente

<< ¿Pokémon? >> pensó, aún sin creérselo. Pero no podía ser cualquier otra cosa; no cabía duda de que lo que tenía delante era, sí, un Pokémon. Como si respondiera a su pregunta no entonada, el Pidove emitió su gritito característico, y se fue de nuevo volando, perdiéndose entre los suyos. A Lina le pareció distinguir algunos Tranquill en la bandada, y también a una pareja de Unfezant, que se mantenían a una altura mayor que los otros, como vigilándolos a ellos y a sus alrededores. Le pareció sentir que su mirada se cruzaba durante unos segundos con la del macho, tan desafiante pero a la vez hermosa que aquel mero contacto le pareció simplemente impresionante. Y entonces el Pokémon debió de dar alguna orden, que ella no alcanzó a oír, y todos batieron sus alas con energía al unísono, alejándose. Hasta ese momento, Lina no se dio cuenta de que todo su cuerpo temblaba de emoción. Asustada por una idea que no se le había ocurrido antes, corrió hacia un espejo cercano y comprobó con alivio que ella no había cambiado. Su reflejo le devolvía una mirada eufórica con sus ojos castaños. La larga melena rubia y lisa caía por su espalda, y parecía de oro gracias a los rayos de sol que se colaban por la ventana. Definitivamente, era la de siempre, una niña de diez años normal y corriente. O eso creía ella hasta entonces.

Sin perder tiempo, bajó los escalones de dos en dos hasta llegar a la planta baja, donde tenían el precioso y exuberante jardín, al que tantas horas le había dedicado su madre. Una vez allí, entre rosas, geranios y otras plantas desconocidas, llamó a su mascota:
-¡Lilly!-
Lilly, una pequeña Yorkshire Terrier, era su amiga desde hacía ya un par de años. Desde que se conocieran, no había habido día que no pasaran juntas, jugando y riendo. Recibió al animalito entre sus brazos como muchas otras veces. Pero es que aquella vez no era como las otras. Lina se vio sorprendida, aunque de cierto modo ya lo esperaba, al comprobar que estaba abrazando a una Lillipup.
-¡Tú también!- exclamó, alzando a la Pokémon para poderla examinar mejor. Ésta le dirigió una mirada interrogativa, como si no entendiera muy bien lo que le estaba diciendo- ¡Jo, cómo pesas! – Añadió entonces – Seguro que comes muchos pokochos, ¿a qué sí?


Ahora Lillipup sí lo entendió, ya que respondió entusiasmada con un ladrido, y le propinó un lengüetazo a Lina, dejándole la cara empapada. Ella rió. No sabía el por qué de aquél cambio repentino, tan extraño y mágico que días atrás le hubiera parecido imposible. Se hallaba, según lo que le parecía, en un mundo distinto al suyo, o quizá en una realidad parecida, pero con Pokémon. Y eso no la preocupaba, le encantaba.
Absorta en sus pensamientos, no percibió los pasos que se acercaban, y pegó un respingo al escuchar una voz conocida a sus espaldas.
-¡Lina!- exclamó su madre, sorprendida. La niña dejó a Lilly en el suelo y se dirigió hacia ella- ¿Qué haces aquí a estas horas?- No le dio tiempo a responder- Bueno, no importa. Anda, entra en casa y ponte algo de ropa. Vas a coger frío con ese pijama – observó, aunque ella tampoco se hubiera vestido y llevara una bata atada de cualquier forma sobre el pijama. Dicho esto, se fue.
Lina tardó varios segundos en obedecer a su madre y seguir sus pasos. Le llamó mucho la atención que no hubiera mencionado nada acerca de los Pokémon; ¿acaso a ella no le había sorprendido? Dejó de preguntárselo, pero mientras caminaba no pudo evitar volver la cabeza para ver a Lilly una vez más. La pequeña Lillipup mordisqueaba distraída un hueso de goma, ajena por completo al mundo que la rodeaba. Esbozó una sonrisa ante la escena. <<Pokémon…>>, pensó de nuevo.

Capítulo 3: Confusiones y dudas
La familia se encontraba ya reunida para desayunar. Mientras sumergía una tostada en el tazón de leche, Lina se dio cuenta de que faltaba alguien.
-¿Dónde está Ian?- preguntó. Sus padres la miraron sorprendidos.
-¿No lo recuerdas?- su madre parecía preocupada- Tu hermano salió de viaje con sus Pokémon hace ya un mes, con la absurda idea de capturar a no sé qué legendario… hoy estás algo extraña, hija, ¿qué te ocurre?- Aquella palabra, legendario, retumbó dentro de la cabeza de Lina, que no supo qué responder.
-Oh, vamos, Elena, déjala – intervino su padre- Seguro que son los nervios los que no le permiten pensar bien. Recuerdo que a mí me sucedió lo mismo el día en que fui a recoger a mi primer Pokémon. Es normal.
‘‘¿Primer Pokémon? ¿De qué hablan?’’, se sentía desconcertada.
-Cierto. Ahora que caigo, ¿no deberíamos estar ya en el laboratorio?- la mujer giró la muñeca para echar un vistazo al reloj- ¡Santo Arceus! ¡Ya vamos media hora tarde!- exclamó sobresaltada.
-Cálmate. Lina puede adelantarse con la bicicleta; estará allí en cuestión de minutos. Lo importante es que llegue a tiempo antes de que se lleven todos los Pokémon –una vez más, el padre se hizo con el control de la situación, salvando de nuevo a su hija, que aún no tenía claro cómo reaccionar. Por lo que entendía, se suponía que aquel día iba a recibir a su primer Pokémon, y para ello tenía que dirigirse a Pueblo Arcilla, donde estaba el laboratorio de la Profesora Encina. Ella vivía en Pueblo Terracota, por lo que, como decía su padre, no le costaría mucho llegar si iba en bici. Sí, todo aquello encajaba con la conversación que acababa de oír, pero aún así…
Un objeto entró de improvisto en su campo de visión, y perdió el hilo de sus pensamientos.
-He pensado que podrías llevarte a Lilly, por si te atacan los Pokémon salvajes – la mano de su madre le ofrecía una Poké Ball, que cogió con manos temblorosas. Nunca hubiera podido imaginar que tendría la oportunidad de sostener una Poké Ball de verdad. Era increíble.
-Gracias mamá- logró articular, tras guardarse la Ball en el bolsillo. ‘‘En el bolsillo…’’ a punto estuvo de reírse ante la idea. Por fin entendía del todo el significado de la palabra Pokémon.

El viento jugueteaba con sus cabellos mientras pedaleaba impaciente por la Ruta 1, maravillándose con la contemplación del bello paisaje que se extendía ante ella. Mirara a donde mirase, veía a pequeños Pokémon saltar por la hierba, volar por el cielo e incluso nadar por el mar de la Ruta 17, a su derecha.
Llegó a Pueblo Arcilla sin percances, y, para su desilusión, sin encuentros con Pokémon salvajes. No conocía mucho de Teselia, pero Pueblo Arcilla era tal y como recordaba: pequeño pero hermoso por el hecho de estar tan cercano a la naturaleza, lejos de la contaminación de las grandes ciudades de la región. Era un lugar tranquilo pero alegre, donde la gente saludaba cálidamente hasta a los desconocidos. Cerca del laboratorio de la Profesora Encina, un grupo de niños jugaba con un Minccino y un Patrat. Lina se dirigió hacia allí. Casi sin darse cuenta, fue invadida por un nerviosismo que hasta entonces no había notado que experimentaba. Decidió sacar a Lilly de su Poké Ball para que le infundiera confianza, y con la Pokémon entre los brazos, fuertemente presionada contra el pecho, siguió su camino.
El laboratorio sólo podía definirse con una palabra: enorme. Lina se sintió intimidada por sus proporciones, y un sentimiento de duda, que la impulsaba a irse de allí, la confundía por completo. Pero bastó mirar los ojos de Lilly para que regresaran la ilusión y la esperanza con las que aguardaba el momento en el que conocería a su primer Pokémon. Ayudada por esa sensación, que dejaba a un lado las demás, abrió la puerta que se alzaba ante ella y entró en el laboratorio