

Prólogo
Nunca lo olvidaré. Todo comenzó hace dos años, que se dice pronto. Mi nombre es Freya, y por aquella época mi meta era convertirme en una maestra Pokémon. Quería iniciar mi viaje en cuanto nos mudásemos a Teselia, así que mientras tanto me dedicaba a entrenar a mi Pokémon acompañante: Persian.

No crean que estaba orgullosa de él. La verdad es que a pesar de haber librado más de una treintena de combates, no ganaba ni uno, el muy ceporro. Aún recuerdo el día que evolucionó. Fue pura suerte: Yo saqué a Meowth, y el entrenador sacó a Gengar. Nuestros ataques poco podían hacer contra él; tal vez algún Rayo le pudo atizar dos o tres veces, y Gengar usó Maldición. No entiendo muy bien en qué consiste ese ataque, pero por alguna razón Gengar cayó debilitado.
-¡¡Gengar!! No me digas que... estabas demasiado débil para usarlo...
Yo estaba atónita, y al poco tiempo eufórica. Por fin, por fin mi Pokémon ganaba algo. No sé cuantos niveles debió subir Meowth, solo sé que fueron los suficientes para evolucionar.
Y así fue. Meowth emitió un cegador destello, su silueta estaba cambiando, y, cuando amainó, ya era todo un Persian.
-¡¡Hurra!!
Pero mi alegría duró poco. Persian cayó al suelo y se debilitó, olvidé que le habían maldecido...
En fin, al menos ha evolucionado. Ahora será más fuerte...- pensé.
Pero Persian no fue más fuerte, ni más rápido, ni más nada, de hecho empeoró. Se volvió torpe, lento, asustón y olvidadizo. Digamos que todo lo malo que tenía se potenció. Un desastre.
Se pueden imaginar el resultado que dió en los siguientes combates ¿verdad?
Realmente empecé a odiar a ese Pokémon, y lo peor es que no podía deshacerme de él, mi familia se había encariñado con él. Por suerte dentro de pocos días viajaríamos en avión hacia la región de Teselia, región mucho más moderna y vistosa que la vieja Kanto. Seguro que allí la profesora Encina me daría un Pokémon inicial mucho mejor que el "trasto" que tengo ahora mismo.
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Bueno, pues eso es todo por ahora.
De momento no puede unirse nadie, lo siento, pero en el futuro sí que podréis, paciencia
