Capítulo 4<< Templo…>> <<Blanca…>><<Ayuda…>>
Leticia se despertó sobresaltada, se toco la frente y noto como le caían grandes gotas de sudor., el sueño había sido algo caótico, imágenes desconocidas pasaban por delante de ella, un gran templo blanco como la nieve era atacado por unas criaturas negras, varios seres salían corriendo y pidiendo ayuda. Leticia se encogió sobre si misma y exhaló una húmeda bocanada de aire, se sintió desfallecer y buscó con la mirada a Ramón. Este dormía al lado del pequeño fuego que habían encendido, estaba encogido sobre si mismo y dormía tranquilamente, a su lado reposaban las dos espadas, hielo y agua. Parpadeó varias veces, aún agotada y miró enfrente de ella. Algo se movió entre los arbustos y la joven se quedo petrificada del miedo. Unos ojos ambarinos brillaban en medio de la oscuridad, Leticia ahogó un grito de miedo y sorpresa, parpadeó varias veces, pero entonces los ojos desaparecieron. Comenzó a temblar un poco asustada y se echo de nuevo al lado del fuego, dejándose llevar por el sueño…
Despertó varías horas más tarde, el Sol ya estaba brillando en el cielo, escucho un suave ruido a su lado, y temerosa de que volvieran a ser los ojos miró de reojos, Ramón hurgaba en una pequeña bolsa de piel marrón que les habían entregado en Palacio, parecía buscar algo con cierta urgencia, Leticia se levantó y bostezo, sobresaltando al joven, quien la miró, sonrió y siguió buscando en la bolsa. La joven esperó un rato para saber que era lo que buscaba, de repente sacó unas hojas verdes y las abrió con cuidado. Leticia se acercó y vio, envuelto en las hojas, un panecillo casi blanco, que parecía muy blando. Ramón volvió a meter la mano y buscó con más nerviosismo que antes, hasta que por fin sacó tres hojas más, que contenían más panecillos. Ambos se sentaron al lado de la ya extinguida hoguera y comieron dos panecillos cada uno, sabían dulces con un toque amargo, era una mezcla extraña, pero no se podía negar que eran deliciosos. Una vez acabaron de desayunar, Ramón se levantó y recogió su espada del suelo, ya que no podía coger la de su amiga por que se le congelaría la mano. La chica recogió su espada. Una vez estuvieron listos, sacaron el mapa y lo miraron detenidamente, para saber por donde debían ir. Se suponía que debían ir al Norte, se dirigieron hacía donde creían que estaba el Norte, y comenzaron a caminar sin rumbo fijo, pero siempre al Norte.
Ya llevaban unas horas caminando, hasta que Leticia, agotada, se dejó caer en una pequeña roca musgosa, Ramón se sentó a su lado, en el suelo y bostezó, parecía increíble que alguien pudiera abrir la boca así, Leticia se rió por lo bajo y miró con cariño a su compañero de viaje. Llevaban un rato sentados cuando escucharon un ruido cercano, justo delante de ellos. Los arbustos comenzaron a moverse, y la chica se tapó los ojos, pensando en que iba a volver a ver aquellos ojos ambarinos, fríos y que carecían de sentimiento alguno, era como mirar al vacío. Ramón desenvaino su espada y se levantó con gran agilidad, entre los arbustos surgió una pequeña bola de pelo, que cayó ante los dos sorprendidos jóvenes.

- ¿Qué es eso? – preguntó Leticia aguantando una risa nerviosa
- Parece… una bola de pelo.
La supuesta bola de pelo se movió torpemente, y entre la pelambrera surgieron dos pequeños ojitos brillantes y tiernos. A Leticia se le escapó un grito de admiración, lo que pensaban que era una bola de pelo, en realidad era una pequeña criatura de pequeños y tiernos ojitos negros, sin pupila. La pequeña criatura comenzó a saltar alegremente, y corrió hacía la izquierda, con sus torpes movimientos. Leticia siguió a la criatura, con la esperanza de que los sacara de allí, y Ramón corrió detrás de la chica. Caminaron durante un buen rato, hasta que escucharon un grito, miraron a su derecha y entre los arbusto surgió una niña de cabello negro y ojos grises, la desconocida corrió hacía la pequeña criatura y la cogió con cariños, la niña parecía humana.
- ¡Oh! Me habías asustado mucho, Bob – La pequeña achucho con cariño a la criatura, y al reparar en la presencia de los dos jóvenes, clavó en ellos sus profundos ojos – Habéis traído de vuelta a Bob, muchas gracias.
- Eh… - Leticia balbuceó unas palabras que nadie pudo entender, se aclaró la garganta y habló – Oye, ¿qué es esa cosa?
- ¿Bob? – La niña miró asombrada a los forasteros, sin creer lo que escuchaba - ¿No sabéis que raza es Bob? ¡Vaya! ¡Debéis de ser los únicos! Bob es un Supel.
- ¿Y que es un Supel?
- Son pequeñas criaturas de pelo y pequeños pero brillantes ojos negros sin pupila. Los que se enfadan siempre provocan terremotos, ¡son tan monos! Dicen que son las criaturas de la Diosa del elemento Tierra, Tharin.
La niña cogió a la criatura y miró con curiosidad a ambos jóvenes.
- Parecéis extranjeros… Lleváis ropa élfica – observo la chica
- Venimos de la Tierra – murmuró Leticia
- ¿Latierra? ¿Qué es eso? ¿Un nuevo continente? – La niña rió - ¡Altrisk es tan grande! Por cierto, mi nombre es Lourine.
- Yo soy Ramón, y ella Leti
Lourine volvió a sonreír y se adentró entre los arbustos, les hizo unas señas y ambos jóvenes fueron tras ella. Atravesaron varios arbustos y frondosos árboles, poco a poco iban escuchando ruidos, parecía haber un pueblo cerca, se oían gritos de niños, gritos de comerciantes, sonidos de carros y muchos más sonidos que no se identificaban tan fácilmente. Lourine se detuvo y espero a que ambos extranjeros se acercaran a ella, entonces, fue cuando pudieron observar el pequeño pueblo. Las casas eran pequeñas y de madera, cerca de las casas amontonadas había un pozo de piedras llenas de musgo, varios niños jugaban cerca del pozo, bajo la atenta mirada de las madres, que hablaban animadamente. Lourine corrió hacía una mujer muy parecida a ella que sostenía con cariño un bebe de unos tres meses, más o menos. Lourine comenzó a hablar animadamente a su madre, a ratos señalaba a Leticia y Ramón, cosa que les ponía nerviosos, después de un rato de charla entre ambas, la madre se acercó a los chicos, aún sosteniendo al pequeño.
- Bienvenidos chicos, me temo que debéis ir a la Cabaña del gran Brujo Negro. Debido a los recientes problemas nadie puede entrar o salir del pueblo sin su consentimiento.
La mujer no espero respuesta de los jóvenes, les echo una larga mirada de reojo y se dio la vuelta, adentrándose al Pueblo. Los guió hacía una cabaña muy llamativa, donde las paredes tenían extraños signos y encima había un cartel con un dibujo de humo de color negro, destacaba bastante en la limpia madera. La mujer picó con suavidad en la puerta, se abrió sola dejando ver la oscuridad que habitaba dentro de la sala. Los jóvenes entraron y la puerta los sobresalto, debido a que se había cerrado sin previo aviso. Al fondo, vieron una tenue luz naranja. Temerosos pero con curiosidad se acercaron, sentado en el suelo, había un anciano. Parecía meditar ya que tenía los ojos cerrados y en su cara se dibujaba una expresión de esfuerzo, pero a la vez de relajación, algo muy extraño. De pronto el hombre abrió con rapidez sus ojos y Leticia retrocedió intimidada. El anciano tenía unos ojos blancos, como la misma nieve, sin pupila, vacíos, secos, sin sentimiento alguno. Cerró los ojos de nuevo y se levantó torpemente, volvió a abrirlos, pero esta vez sus ojos tenían un color gris oscuro, nada parecido al color que antes habían observado. Miró largamente a ambos, y por fin sonrío, mostrando unos dientes poco cuidados, ya amarillentos.
- Tú tienes cierta magia blanca – dijo señalando a Leticia – Algo no muy útil, pero que se le va a hacer – se burló - En cambio tú – miró a Ramón con seriedad – no tienes nada especial, únicamente unas grandes ganas de encontrar el Templo Agua, ¿me equivoco?
- No – negó con rotundidad – Pero también quiero controlar mi espada.
- Los sabios han hablado, debemos enseñar a aquellos que busquen la habilidad de la magia, en cambio tu... – el anciano calló bruscamente – Bueno, supongo que queréis descansar, sois bienvenidos.
Ramón y Leti se miraron y se dieron la vuelta para dejar solo al mago negro. Cuando Leticia estaba saliendo, escucho la voz del mago, llamándola, lo miro y la joven se acercó a él, con mucha curiosidad por saber que quería ahora de ella.
Ramón no noto que la chica no estaba con él hasta que comenzó a caminar sin rumbo fijo. Un poco perdido, se dejo guiar por los gritos de los niños y llegó al parque, se apoyó en la pared de una casa y se cruzo de brazos, el rostro se le ensombreció por un instante, y frunció el ceño. Escuchó suaves pasos y algo le dijo que mirara a su izquierda, quizás su intuición, el mago negro lo miraba seriamente.
- ¿Podemos hablar? – Ramón asintió levemente y el mago dio la vuelta
Lo llevo al corazón del bosque, la luz de la tarde se filtraba entre los robustos y frondosos árboles, había un pequeño templo, donde había una diminuta Figuera de una mujer de largo cabello, con túnica y unos pequeños ojos que la hacían más hermosa si era posible. Eran un lugar mágico... El mago hizo una leve reverencia y susurró algo, miró al joven con cierta fiereza. Instintivamente, Ramón retrocedió un paso atrás y se puso tenso.
- No puedes estar aquí – dijo el mago bruscamente – Tu solo posees una espada, que debería estar custodiada por las criaturas del agua, no por un joven humano, no tienes poder alguno, y por eso, te pido que abandones Altrisk, por tu propio bien,
- No me iré, quiero ver el templo del agua con mi propios ojos, y debó cumplir la misión que nos encargó el rey
- Es muchacha no saldrá de aquí, tenlo en cuenta. Ha ce años que no veo a alguien con ese poder blanco, los magos blancos ya no existen, tu amiga es, posiblemente la última, y debe aprovechar su talento – Los ojos del anciano brillaron con cierta malicia – Ahora, entrégame esas espada y vete de Altrisk, nada te retiene aquí.
- No te entregaré la espada, sin antes despedirme de mi amiga.
- Está en mi casa, practicando.
Ramón se dio la vuelta, seguro de sí mismo y volvió al pueblo, para despedirse de su amiga. Llego a la fría cabaña y entro con brusquedad, Leticia tenía las manos unidas y los ojos cerrados, poco a poco fue separando las manos y una diminuta esfera brillo intermitentemente, hasta que por fin se apagó. La chica dejo caer los hombros y suspiro, pero enseguida levantó la cabeza y miró al joven, sonrió y se acercó a él, ya animada.
- ¡Ramón! ¿Has visto eso? ¡Era un hechizo de curación! Estaba intentándolo pe...
- Escucha Leti – la cortó su amigo – Me voy a ir de aquí, voy a ir al templo del Agua yo solo, y no quiero que vengas conmigo, ¿de acuerdo?
- Ey ey ey, ¡no tan rápido! ¡¿Cómo que te vas?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no cuentas conmigo?! – le regañó la chica
- Mira, tu quedate aquí, ¿vale? Prefiero ir yo solo, y que tú te quedes con el viejales a practicar con la magia, que para algo la tienes.
Leticia se cruzó de brazos enfadada y dejó escapar un suspiro de enfado. Finalmente dejó caer los hombros nuevamente, y abrazo a Ramón con cariño, el chico le devolvió el abrazo y por primera vez desde que estaban en ese extraño mundo, sonrío, aunque fue una sonrisa un poco triste. Leticia acompaño a Ramón hasta la salida del pueblo, donde el bosque se hacía mucho más espeso y oscuro. Ramón se volvió a despedir de la chica y le prometió que iba a volver, con el espíritu de un dragón y con su espada ya controlada, Leticia no dijo nada, permanecía en silencio, su amigo no aun no la había dejado sola y ya se sentía perdida, en un mundo que no conocía, con seres increíbles, y leyendas misteriosas. Permaneció allí hasta que la figura de Ramón desapareció entre la espesura. Suspiró, pero pronto se puso tensa al notar a alguien que la miraba, de entre los arbustos salió el mago negro, sonrió a la chica y se adentró al pueblo.
La criatura gruñó enseñando sus afilados colmillos. Olfateó el aire con avidez y pronto encontró el rastro mágico que había perdido hace un momento, pero esta vez se dividía en dos caminos, le fue difícil elegir, pero finalmente eligió el rastro mágico que lo llevaba al Oeste.
Lejos de Ramón, lejos de Leticia, y lejos de la bestia, la marea comenzaba a subir, en la lejanía se formaban grandes olas que rompían contra el alto acantilado donde estaba situado el Templo del Agua. Unos suaves ojos grises surgieron de entre las olas, dejando tras de sí un rastro de pequeñas burbujas...
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¿Qué busca la bestia exactamente? ¿Los suaves ojos grises a que criatura pertenecían? ¿Qué pretende realmente el mago oscuro?
Capítulo 4 hecho 8) Perdonad que tardara tanto, este ha salido una página más corto que los anteriores xD Solo tiene cuatro, pero quería publicar ya así que lo acabe como me pareció mejor x333 Ademas jujuju ya tengo pensados los demás capítulos *O* Solo os digo, que habra cambios, problemas, enemigos, traicion y muchas cositas más *O*