Capítulo 2
Adiós

La esfera se abrió, dejando salir una pequeña figura redonda bañada en una luz rojiza. Ambos se quedaron mirando, esperando a que la luz acabara de tomar la forma del POKéMON. Era pequeño, de un suave color azul, tenía dos alas blancas y con apariencia suave, como el algodón. Sus pequeñas patitas casi no se veían por su cuerpo, y tenía un pequeño pico blanco, aunque un poco más tirando a gris que las alas, de un blanco purísimo.
- Pe-pero si es…. – Sapphire miró incrédula el POKéMON que le había tocado
- Vaya, no pensé que nadie lo elegiría. Por fin tiene entrenador
- Pero… es un...
- Sí, es un Swablu, el POKéMON algodón

El diminuto Swablu – debía ser muy joven, casi recién salido del huevo – miró a Sapphire con detenimiento, de arriba a abajo. Esbozó una especie de sonrisa, ya que como el POKéMON tenía pico no se distinguía bien, y se elevó hasta posarse en el hombro de la joven entrenadora

- ¡Hola! ¿Tú eres mi entrenadora?
- Sí, eso parece
- Pero... Si yo no he dicho nad… – Bercio miró incrédulo a Sapphire, comprendiendo lo que acababa de suceder - ¡¿ENTIENDES A LOS POKéMON?!
- ¡Claro! ¿Usted no?
- No, ¡vaya! Es increíble. Es un hallazgo único
- Disculpe tengo que irme – Sapphire esbozó una sonrisa un poco nerviosa, y dio un paso hacía atrás, dispuesta a salir de aquel edificio
- Ah, sí, pero explícame antes cómo los entiendes, por favor, si redacto un informe bien detallado podrían darme un premio. ¡Sería famoso!

Sapphire se detuvo un poco sobresaltada por el comportamiento del profesor, y su sonrisa desapareció de la cara, miró con fijeza al suelo, como meditando algo, hasta que la levantó con una mirada triste y ojos acuosos, como si en cualquier momento se fuera echar a llorar.

- Articuno me contó que mi madre murió congelada y él me salvo, así que me crié con él. Debí aprender a comunicarme con los POKéMON en estos doce años.
- ¡¡¿Cómo?!! ¿Articuno? ¿El POKéMON legendario? ¡Es imposible! A no ser que…. Pero entonces…
- Bueno tengo que irme Profesor Bercio – Le cortó Sapphire - ¡Adiós!

Sapphire salió corriendo dejando al Profesor Bercio con la palabra en la boca, el pequeño Swablu volaba detrás de ella. Cuando pasó por delante del grupo de muchachos la volvieron a mirar, pero Sapphire no se paró. Quería llegar hasta donde la esperaba Articuno lo más rápido posible. Debido a la rapidez, una rama le rozó el brazo haciéndole un pequeño corte del cual la niña no se percató, ya que seguía corriendo, con el Swablu siguiéndola a duras penas.
Cuando llegó al bosque vio a Articuno echado en lo que parecía una cama de hielo, que al parecer había creado él mismo. Se levantó con rapidez al ver a Sapphire corriendo hacia él, y se alarmó al comprobar su pequeña pero visible herida del brazo.

- ¡Sapphire! ¿Qué te ha pasado? ¿Y esa herida?
- Él... y... Swablu.. – Sapphire intentaba tranquilizarse mientras recuperaba el aliento.
- Habla despacio, no te entiendo.
- Llegué al laboratorio y me tocó Swablu, entonces me habló y le contesté sin pensar. El profesor Bercio lo notó, me empezó a interrogar y se me escapó sin querer…
- ¿El qué?
- Que tú me criaste
- Bueno… - Articuno miró al suelo pensativo y preocupado – No creo que se creyera que yo te crié.
- La verdad es que debió dudar un poco.

Articuno emitió un suspiró cansado y miró con ternura a Sapphire, que se había sentado en el suelo preocupada y mirándole fijamente, esperando una reacción por su parte. El legendario hizo aparecer en su pico una pequeña sonrisa, era tan tierna, que no podía evitarlo, aunque estaba preocupado también. Desplegó su larga y delicada ala, y rodeó con firmeza pero con suavidad el cuerpo de Sapphire, dando algo así como un abrazo cargado de cariño y ternura. La niña se abrazó al torso del ave y sonrió con suavidad, sintiéndose ya más tranquila. Aún abrazados, Articuno murmuró unas palabras que no le hicieron mucha gracia a la chica.

- Sapphire… es hora de que te vayas.
- Yo… No quiero abandonarte… - se separó de él con brusquedad, llena de pena.
- No te preocupes, ahora con Swablu estarás bien – le consoló el ave - Además yo nunca te dejaré sola, si tienes problemas acudiré a ayudarte. ¿Entendido?
- Entendido – murmuró con pena, pero al momento los ojos se le iluminaron con la ilusión propia de una niña de su edad - ¡Seré la campeona por ti Articuno!
- ¡Eso! – se detuvo - Te echaré de menos Sapphire.
- Y yo a ti Arti… - Sapphire volvió a abrazar a Articuno – Ten mucho cuidado, por favor.
- Eso debería decírtelo yo a ti, jovencita – se rió Articuno – Ahora vete, pequeña, que la aventura te espera.

La niña se separó de él y cogió en brazos a su Swablu, que revoloteaba nervioso a su alrededor, ya que le imponía mucho respeto aquel gran ave azul, de porte noble y mirada seria. Sapphire se despidió con la mano, y con paso decidido salió del Bosque, dejando atrás su infancia y a su progenitor, el legendario Articuno.

Capítulo 3
Nuevo compañero

Después de mucho caminar por senderos que atravesaban algunas montañas y prados, llegaron por fin a un extenso bosque. Ambos se encontraban en lo alto de una colina, que no era muy alta, pero sí lo suficiente como para observar que el bosque era enorme. Se alzaba imponente, como un infinito mar verdoso. A la entrada del Bosque, había varias flores de diferentes colores que alegraban aquel lugar, dándole un toque inocente. Sapphire resguardó a Swablu entre sus brazos y descendió con lentitud la pequeña colina, la joven era algo ágil, y estaba acostumbrada a alturas mayores, debido a que se había criado en las Montañas Heladas, situadas al Noroeste de Sairutsa. Swablu se acurrucó contra el pecho de Sapphire, algo asustado por aquella empinaba bajada. La joven dio un pequeño salto y tocó el suelo liso con la gracia de un ágil POKéMON. Soltó a Swablu lentamente, para que él pudiera estirar sus alas y volver a flotar al lado de la joven. Se acercaron a la entrada del bosque. Suponían que era la entrada porque había un gran espacio entre dos árboles, en cambio los demás estaban pegados los unos a los otros. Sapphire echó un vistazo a su alrededor, esperando encontrar a alguien que la pudiera ayudar, ya que empezaba a sentirse un poco perdida. Swablu se posó en el hombro de Sapphire con delicadeza.

- ¿Qué bosque es, Sapphire?
- Pues… - La chica sacó su mapa y lo miró fijamente, intentando situarse – Creo que… ¿El Bosque Buneary? No sé, eso dice aquí… Pero… - la joven levantó la mirada del mapa y volvió a mirar a su alrededor – Yo no veo ningún Buneary.
- Ay mi ingenua Sapphire, yo soy casi un recién nacido, pero sé que los Buneary son POKéMON tímidos, además, ningún POKéMON salvaje va a salir a recibir a un entrenador dispuesto a alejarlo de su familia…
- Dicho así suena horrible. – murmuró Sapphire
- Lo es.

Ambos se adentraron temblorosos, a pesar de ser un bosque bastante alegre y muy verde, plagado de flores, seguía siendo un sitio donde podrían salir miles de POKéMON salvajes agresivos. A medio caminado escucharon un ruido entre los arbustos, Sapphire dio un grito y se abrazó a Swablu. Ambos buscaron la procedencia del ruido. Una pequeña oreja marrón se asomó entre los arbustos. Detrás de la oreja apareció un cuerpo entero de un Buneary. Era de aspecto frágil, posiblemente tan recién nacido como Swablu. El pequeño miró con el temor pintado en la cara a los dos intrusos, dio un pequeño salto hacia atrás, y echó a correr. Sapphire soltó a Swablu y echo a correr detrás de la cría de Buneary, que era bastante rápida. La niña resbaló una vez con el musgo que había por el suelo, pero rápidamente se puso en pie, el Buneary se había parado asustado, delante de unos árboles que cerraban el paso. Sapphire se acercó despacito al pequeño POKéMON.

- Ven, pequeño, no te haré nada – susurró la joven

El Buneary dio otro salto hacia atrás, y sin que Sapphire se lo esperara, desapareció entre los árboles deslizándose por un pequeño agujero. Sapphire se acercó y buscó por donde se había metido el POKéMON. Encontró un agujero tapado por unos arbustos, lo suficientemente grande para que una niña pudiera pasar. Se metió por el agujero y abrió los ojos sorprendida al ver lo que tenia delante. Se encontraba en un gran claro del bosque, donde había un lago de agua cristalina. Varias familias de Buneary y Lopunny se movían de un lado a otro alrededor del lago felizmente, y algunas crías de Buneary se bañaban alegremente en el lago, jugando con los pequeños POKéMON acuáticos que había. El sol hacía brillar las flores que surgían entre la alta hierba verde, convirtiéndolas en pequeñas manchas de luz adornando aquel hermoso lugar. Sapphire se quedó muy quieta, observando a los POKéMON, que aún no habían reparado en su presencia. La pequeña cría a la que había perseguido se acercó corriendo a un gran Buneary, de aspecto fuerte que se encontraba al lado de un Lopunny.

- ¡Señor, señor! ¡Una humana me perseguía! – la voz del Buneary pequeño era muy aguda. El POKéMON se giró y señaló a Sapphire, que se había quedado de piedra aún tirada en el suelo.
- ¡A por ella!

Los Buneary y Lopunny machos corrieron hacia Sapphire, preparándose para atacar. La joven se tapó la cabeza instintivamente, cuando una corriente de aire hizo detenerse a los POKéMON salvajes. Swablu se puso delante de ella, haciendo parar a los POKéMON.

- ¡Dejadla, por favor! – Gritó nerviosamente - ¡Ella solo quería jugar con la cría de Buneary!
- ¡Es verdad, lo juro!

El Buneary y el Lopunny que parecían los jefes observaron a Sapphire, evaluándola con la mirada. Lopunny miró a Buneary esperando que hablara. Buneary se giró hacia Lopunny y ambos se alejaron un poco, para hablar entre ellos. Sapphire se abrazó a Swablu aún asustada.
Lopunny volvió a donde se encontraban los demás POKéMON que rodeaban a lo dos intrusos.

- Hemos decidido que Swablu dice la verdad. Por ello, os invitamos a quedaros un rato, suponemos que tendréis hambre.

Sapphire y Swablu siguieron a los dos jefes, Buneary y Lopunny hasta el lago, donde todos se sentaron ante un gran montón de bayas. Había de todas las clases, entre las que destacaban las Bayas Ango, seguramente debido a su dulce sabor, pero también había Oram, Meloc, Safre, Aranja, y muchas más, algunas extrañas e imposibles de identificar. Sapphire alargó la mano para coger una, pero Lopunny se puso en medio, apartándole la mano. La joven le miró sorprendida, abrió la boca para formular una pregunta, pero no tuvo que hablar.

- Estas bayas son para… - Bajó la voz con brusquedad – El ''Espíritu Maligno de la Cueva''…
- ¿Qué es eso? – Swablu se posó en el hombro de Sapphire y clavó su mirada en el otro POKéMON.
- Es… como su nombre indica, un espíritu que vive en una cueva cercana a este lugar, ese espíritu no sale nunca de allí, pero emite unos sonidos muy graves, por lo que todos le temen y nadie se ha atrevido a adentrarse en ella. Debemos alimentarlo para que no desate su furia, ¡podría incluso destruir el bosque!
- Qué siniestro… - susurró la joven.
- En fin, seguramente tendréis hambre – exclamó un Buneary de aspecto joven, y por su voz parecía una hembra.
- ¡Mucha!

Entre dos Lopunny se llevaron todo el montón de bayas fuera del claro, y no volvieron. Dos pequeños Buneary también de aspecto joven trajeron más bayas, pero tenían menos variedad, eran casi todas Meloc y Safre, aún así los dos viajeros no rechazaron las bayas y comieron todo cuanto pudieron, aprovechando la amabilidad de la pequeña tribu de POKéMON que allí habitaba. Después de que todos hubieran comido, el Buneary jefe se puso en pie y fijó su mirada en Sapphire. Frunció el ceño, y aún así era adorable, su aspecto de conejito hacía que entraran ganas de abrazarlo fuertemente.

- Yo… - se detuvo un instante, dubitativo – Yo he decidido que quiero irme con vosotros dos.
- ¿Qué? – Sapphire abrió los ojos como platos muy sorprendida - ¿Qué quieres venir con nosotros, dices?
- Así es… - el POKéMON miró a su tribu con cariño – Debo hacerme más fuerte para poder proteger este Bosque y a mi gente, pero si me quedo aquí, no podré evolucionar y hacerme tan fuerte como yo deseo. Por eso te ruego que me lleves contigo, para poder hacerme fuerte y luego volver aquí. Así que, ¿me aceptaras en tu grupo, Sapphire?
- Eh, pues, yo – miró a Swablu pidiéndole ayuda, no sabía qué contestarle, pero el POKéMON pájaro asintió levemente – Sí, puedes venir.
- Te lo agradezco – el Buneary hizo una leve reverencia, mostrando mucho respeto. – En ese caso, deberías atraparme con esos artefactos que vosotros, los entrenadores, lleváis siempre con vosotros.
- ¿Te refieres a la PokéBall?
- Así es. Podrás atraparme cuando estés lista.
- Bien, en ese caso…

Sapphire sacó una PokeBall con mano temblorosa y la lanzo hacia el Buneary, que no se resistió, como era de esperar, y dejó que la PokeBall le encerrara en aquel sitio. La joven cogió la esfera con suavidad e hizo que Buneary saliera de nuevo, seguramente quería despedirse de sus amigos. El POKéMON se giró hacia la Buneary de antes, a la que abrazó con mucho cariño, seguramente era su compañera. A continuación se acercó al otro jefe de la tribu, el fuerte Lopunny, le susurró algo que nadie pudo oír, pero seguramente le había pedido que cuidara de la tribu mientras él no estuviera. Por último se acercó a los demás POKéMON, a los que despidió con unas dulces palabras de ánimo, prometiéndoles que volvería más fuerte, y ya convertido en un Lopunny. Finalmente, Sapphire volvió a guardarlo en la PokéBall, bajo la atenta mirada de los demás que allí estaban. Se sintió un poco culpable al encerrar aquel POKéMON en la esfera, pero disimuló. Swablu se despidió del pequeño Buneary al que habían perseguido hasta allí, y de la joven y dulce Buneary que les había invitado a comer después de la explicación sobre ese ''Espíritu Maligno''. Sapphire también se despidió, un poco apenada, pero con la sensación de que volvería a verlos.
El Lopunny jefe les acompañó hasta la salida del Bosque, donde se despidieron de él.

- Viajad con cuidado – pidió suavemente; dirigió su mirada a Sapphire – Por favor, cuida mucho de Buneary, es mi mejor amigo desde siempre. Pero sé que su deseo de cuidar de la tribu es muy fuerte, por lo que no me opongo a su decisión, aún así temo por él. Supongo que lo dejo en buenas manos, eres una de las entrenadoras más amables que he visto nunca, no has intentado capturarnos, y además, nos entiendes, eso es algo increíble que ningún humano puede hacer. Eres especial, chica.

Con esas palabras se despidió de los dos viajeros, deseándoles mentalmente mucha suerte en su viaje.

Capítulo 4
La aparición de Nicole

Después de un rato caminando, llegaron a la entrada de una Ciudad, que no era muy grande, pero tampoco pequeña. Había un sencillo cartel cerca de una casita, en el que había grabado ‘’Ciudad Lectric’’ con unos rayos adornando. Dubitativa dio unos pasos buscando el Centro POKéMON, donde poder descansar durante un rato antes de ir al Gimnasio. Toda la gente que pasaba por allí iba acompañada de varios POKéMON eléctricos. Por lo visto allí era de lo más normal tener uno como mínimo. Un dulce olor llegó a ella, se detuvo un momento y buscó de donde provenía ese delicioso olor a pan recién hecho. A su derecha, vio una casa en la que había un cartel que decía ‘’Panadería’’ se acercó despacio y observó el escaparate, en el que había varias clases de panes y bollos de bayas. La puerta de la tienda sonó ruidosamente, y de ella salió un pequeño POKéMON, éste miró fijamente a Swablu y lanzó un ataque, un Giro Fuego no muy potente, pero lo suficiente para dañarle. Él se apartó con agilidad y Sapphire se pegó al escaparate, para esquivar también el ataque. Cuando Swablu iba a contraatacar, una niña salió del mismo lado que el Vulpix. La joven era más baja que Sapphire, posiblemente porque era más pequeña. Tenía el pelo largo, rizoso y de un suave color marrón, sus ojos también eran marrones, pequeños y con un brillo dulce. Vestía una blusa blanca, floja y corta, combinada con una falda corta y muy rosa. La niña se puso delante del Vulpix, en actitud protectora, haciendo que Swablu se detuviera en seco.

- ¡Quieto! – gritó la niña con una voz algo chillona.
- Pero… ¡Ese Vulpix atacó a mi Swablu! – Sapphire cogió a su Swablu en brazos y frunció el ceño, enfadada con el Vulpix agresivo.
- Lo sé, y lo siento. Lo ví todo desde dentro de la tienda. Pero mi Vulpix estaba muy nervioso, y al ver un POKéMON que nunca había visto, se ha asustado. Discúlpame, por favor. ¡Él no es agresivo! ¡Es muy bueno!
- Está bien – Sapphire suspiró mientras observaba como la niña cogía al Vulpix, aún asustado.
- Ah, mi nombre es Nicole, encantada – Sonrió la niña
- Yo soy Sapphire, igualmente – se detuvo un momento y recordó la razón de su camino – Perdona, ¿sabes donde está el Centro POKéMON? Estoy un poco perdida…
- ¡Claro! Sígueme

Nicole comenzó a caminar, alejándose de la panadería. Sus pasos eran algo rápido, pero muy seguros. Sapphire la seguía muy cerca, no quería perderse. Mientras seguía a la niña, iba observando la Ciudad en la que se encontraba. Todas las casas eran similares, y algo viejas para ser una Ciudad en la que debería haber una tecnología única por su estrecha relación con los POKéMON Eléctricos. Luego de un rato viendo – lo que a ella le parecían – los mismos edificios, llegó por fin a una zona muy diferente al resto de la ciudad. Había un gran parque muy verde y plagado de flores, en el que había una fuente enorme rodeada por bancos de piedra. En los bancos había varios entrenadores jugando con sus POKéMON, y sentada en la fuente, una joven observaba a su Luvdisc, que jugaba en el agua de la fuente, intentando mojar a su entrenadora. Al final del parque, había un edificio enorme, que llamó la curiosidad de Sapphire. Ante ella, había una gran cabeza de Pikachu, sus ojos eran transparentes, en lugar de negros, y en sus mofletes rojizos había otras dos pequeñas ventanitas. En la boca del Pikachu, había una gran puerta en la que habían tallados varios rayos. En su nariz había escrito con unas brillantes letras ''GIMNASIO POKÉMON DE CIUDAD LECTRIC''

- ¿Es ese el Gimnasio? – preguntó Sapphire evitando dejar la boca abierta de la sorpresa
-¡Si! Ese es el Gimnasio del Rayo, de Alison, ¡la mejor entrenadora de todo el mundo! – exclamó Nicole con los ojos brillantes - ¡Y yo me enfrentaré a ella dentro de poco!
- ¿Qué edad tienes? - preguntó Sapphire asombrada, ya que Nicole le parecía más pequeña para tener diez años.
- Pues diez años, pero yo no debo elegir POKéMON, ¡me quedare con mi Vulpix!
- ¡Vaya! Me parecías más pequeña, y eso que yo solo tengo trece años.

Cerca del Gimnasio, se encontraba el Centro POKéMON. Era grande, enorme, mejor dicho. Completamente gris, pero no era piedra, parecía metal. La puerta era tan grande como la del Gimnasio, encima tenía una Pokeball grande de un rojo brillante, más incluso que el blanco resplandeciente de esta misma a la luz del Sol. Ambas niñas se acercaron al Centro POKéMON y esperaron a que la gran puerta se corriera para dejarlas entrar. Al pisar la alfombra que por fuera había, la puerta se abrió dejando a la vista una sala enorme, donde había una Enfermera Joy detrás de un mostrador y varios chicos y chicas de bata blanca corriendo de un lado para otro con Chansey señalándoles donde debían ir. La sala tenía el suelo de azulejos blancos, con las paredes igualmente de azulejos blancos con una línea rosa. En los mullidos asientos que allí había algunos entrenadores descansaban llevando en brazos a sus heridos POKéMON, esperando su turno. Nicole se adelantó y caminó con rapidez al mostrador. Allí la Enfermera Joy que habían visto nada más entrar hablaba con una joven esbelta y elegante a pesar de su vestuario, que consistía de un simple top naranja chillón con unos vaqueros desgastados de un azul apagado y con los bajos rotos. La chica tenía el pelo corto, muy rubio pero sin ser platino, más bien era de un dorado brillante. Sus ojos eran azules, muy expresivos y reflejaban la gran energía que poseía esa chica. Mientras hablaba con la Enfermera Joy gesticulaba exageradamente, en ocasiones parecía querer espantar a unas moscas invisibles que la rodeaban.

- ¡Gracias por todo Joy!
- No hay de qué, pero, ¿quién ha dejado a tu POKéMON en tal estado?
- El entrenador de un Torchic, ¡pero obviamente gané! – agregó esbozando una gran sonrisa
- Ay, Alison… Algún día un entrenador vendrá y te ganará con tanta rapidez que no lo verás venir. ¡Debes tener cuidado! ¿Recuerdas aquella chica de un Piplup que te ganó? ¡Con un Piplup! ¡Un POKéMON de Agua! Aún recuerdo como quedó tu pobre POKéMON, estuvo horas en cuidad….
- Ey Ey, ¡calma Joy! – La joven miró un reloj que llevaba en la muñeca y abrió los ojos sorprendida - ¡Es tarde! ¡Lo siento Joy! ¡Ya me reñirás más tarde!

La llamada Alison se giró bruscamente, y al hacerlo no vio a Sapphire que se acercaba detrás de ella lo que provocó un choque con caída incluida. Sapphire se cayó de culo mientras que la chica consiguió apoyarse en Nicole que estaba a su lado para no caer. Al darse cuenta de lo ocurrido, alargó la mano hacia la niña y le sonrió intentando disculparse. Sapphire le devolvió la sonrisa y cogió su mano. Cuando por fin estuvo de pie, se sacudió su vestido azul y se colocó bien los lazos de su pelo. Swablu había visto lo ocurrido y se acercaba asustado, volando lo más rápido que sus pequeñas alas de recién nacido le permitían.

- ¡Sapphire, Sapphire! ¿Estás bien? – gritó el POKéMON
- ¡Si! No ha sido nada - Swablu se lanzó a los brazos de Sapphire y esta le achuchó muy fuerte.
- Eres extranjera, ¿a que sí? – comentó de pronto Alison
- ¿Cómo lo sabes?
- ¡Se te nota en el físico y en el acento! – Sonrió, pero al instante la sonrisa desapareció de sus labios, pero no de sus ojos – Siento mucho el golpe, iba con prisa y ni te vi.
- No te preocupes
- ¡Ah! ¡Lo siento! Me gustaría estar más contigo, pero tengo muchas cosas que hacer – Alison echó a correr hacia la salida sin mirar atrás.

Sapphire la observó hasta que la puerta se cerró a la espalda de la rubia. Suspiró, y por un instante deseó ser tan elegante, tan serena, tan hermosa, y sobre todo, tan simpática como aquella chica a la que acaba de conocer, y de la cual solo sabía su nombre al escuchárselo a la Enfermera Joy. Nicole cogió a Sapphire del brazo, haciendo que ésta diera un respingo por el tacto de la cálida piel de la niña. La arrastró hasta el mostrador, donde la Enfermera Joy mostraba su amplia y hermosa sonrisa de bienvenida. Nicole ni siquiera saludó, directamente le preguntó por las habitaciones y Joy les entregó una pequeña llave metálica con el número ‘’4’’ grabado. Nicole se despidió y arrastró a Sapphire con ella a través de un largo pasillo, donde el suelo y las paredes eran de madera, no de azulejos como en la entrada, posiblemente para dar mayor sensación de hogar y ser acogedor. Llegaron a la puerta de madera fina y clara donde, al igual que en la llave, había grabado el número 4. Nicole metió la llave y abrió la puerta con rapidez, deseando ver la habitación de Sapphire. La habitación no era muy grande ni muy lujosa, pero para pasar una noche servía perfectamente. Tenía una pequeña cama en una esquina, y a su lado había una mesita de madera un poco vieja con una lamparita con forma de Ampharos. Al otro lado había un armario no muy grande, dentro cabía una niña, pero no una persona adulta, y al lado del armario una silla que al sentarte crujía un poco, como si en cualquier momento se fuera a romper. A pesar de todo, Sapphire sonrió encantada. Desde luego que era más ‘’habitación’’ que la pequeña sala que había preparado para ella Articuno en la Cueva donde se había criado y que separaba la entrada de esa sala una gruesa pared de hielo puro y transparente. Nicole se tiró en la cama dando un salto, lo que hizo que esta crujiera siniestramente, al igual que la silla de madera. Ambas se quedaron muy quietas, mirándose fijamente esperando a que la cama se cayese. Pero nada sucedió, y aquello hizo que las dos se rieran exageradamente. Nicole acarició la tripa de Vulpix con cariño, cuando pareció recordar algo y sus ojos se abrieron como platos.

- ¡Era Alis! – gritó
- ¿Eh?
- ¡Aquella chica rubia de la entrada! ¡Era Alis! ¡Alison! ¡LA LIDER DEL GIMNASIO!
- ¡¿La líder?! ¡Pero si parecía demasiado joven!
- Pues tiene 18 años – rió Nicole – No es tan joven
- Gracias, creo que me siento algo más vieja – farfulló Sapphire, lo que hizo que la risa de Nicole aumentara

Fuera del Centro POKéMON, en la sombra del edificio y tapado por un arbusto, un joven con rostro oscuro controlaba todos los movimientos de las dos niñas. El viento meció el arbusto y los árboles del parque, y con el suave susurro de estos, el joven desapareció.